Las fuentes del río Orinoco vistas a los ochenta años

24.11.2021

Sergio Foghin-Pillin

Dedicado a la memoria del Profesor

Alberto Contramaestre Torres


En el encabezamiento de estas líneas se podrá reconocer un remedo del título de la obra del insigne científico Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), El mundo visto a los ochenta años; efectivamente, este rótulo se inspira en aquellas memorias.

Tres cuartos de siglo separan las fechas de nacimiento del célebre neurólogo aragonés y de Alberto Contramaestre Torres (San Cristóbal, estado Táchira, 1927 - Caracas, 2014), autor, en dos aproximaciones, de La expedición franco-venezolana al Alto Orinoco y sólo lo montuoso de sus respectivas comarcas nativas podría aducirse como vaga coincidencia geográfica. Respecto a las profesiones de los dos personajes -médico el español, geógrafo el venezolano-, huelga decir que muy poco en común tienen. Sin embargo, coincidencialmente ambas biografías registran un período de vida castrense. En el caso de Contramaestre Torres, egresado de la Academia Militar de Venezuela en 1947, tal circunstancia resultó determinante para su participación en la expedición franco-venezolana que el 27 de noviembre de 1951 arribó a las fuentes del río Orinoco, experiencia que le permitió, tres años más tarde, publicar la primera [1] de sus dos obras sobre aquella gesta exploratoria.

La admiración de quien esto escribe por los dos prohombres parte, lógicamente, de raíces muy diferentes, sobre las cuales no es del caso abundar más allá de destacar que la personal concepción de la Cartografía como disciplina geográfica fundamental, se debe al hecho de haber sido, a inicios de la década de 1970, alumno del profesor Alberto Contramaestre Torres y luego, durante más de cuarenta años, su amigo cercano.

A los ochenta y dos años, Santiago Ramón y Cajal revisó su propia experiencia vital y con agudo sentido crítico analizó diferentes aspectos de la economía y la ciencia en la España de los años previos a la guerra civil. En la referida obra, entre múltiples problemas, sorprendentemente también se encuentran señaladas las deficiencias que presentaban para la época las actividades cartográficas de su país. Bajo el subtítulo de "Abandono de la cartografía nacional", el laureado científico anotó: "Nuestra desidia respecto a la fabricación o ejecución de productos de tipo cultural llega hasta el extremo de que las mejores guías y mapas de nuestras carreteras se han confeccionado en Francia (...) y los más adecuados atlas destinados a la enseñanza vienen de Italia o Germania" [2].

Similares inquietudes surgen hoy en nuestro país, cuando se constata, por ejemplo, el agotamiento de las hojas a escala 1:100.000, 1:250.000 y 1:500.000 del territorio venezolano, editadas mayormente en las décadas de 1960 y 1970 por la Dirección de Cartografía Nacional del Ministerio de Obras Públicas y excelentemente impresas a color, cuya demanda es suplida, cada vez más, con deficientes copias heliográficas sin ningún tipo de actualización.

Rebasadas también las ocho décadas de existencia, Alberto Contramaestre Torres, uno de los principales exponentes de la organización, modernización, investigación histórica y enseñanza de la cartografía venezolana durante la segunda mitad del siglo XX, bajo el mismo título del libro que publicara en 1954 -La expedición franco-venezolana al Alto Orinoco-, reconstruyó el lento ascenso de los expedicionarios por el curso alto del río, bajo el comando del mayor del ejército venezolano Franz Rísquez Iribarren. Travesía que en 1951 el joven teniente Contramaestre Torres siguiera durante 157 días, por radio y fotografías aéreas, al tiempo que apoyaba a los exploradores con vitales misiones de reabastecimiento aerotransportadas. "El buen Contramaestre" [3], apuntó Rísquez Iribarren en su diario el 23 de noviembre de 1951, pocos días antes de llegar a las fuentes. El tres de diciembre de 1951, ya en el cerro Delgado Chalbaud, la nota del comandante de la expedición no deja dudas acerca de la importancia que tuvo para el éxito de la empresa, la actuación de Contramaestre Torres: "Jesús Manuel Pérez Morales [4] y Ángel Alberto Contramaestre, los he tenido muy presentes en todo esto, ojalá algún día pueda hacer algo similar en constancia y amistad por ellos dos" [5].

Es sobradamente conocida la primordial importancia que revisten para un país, a los fines del ejercicio pleno e integral de su soberanía, el preciso conocimiento de su territorio y la disponibilidad de adecuados documentos cartográficos de ese espacio; lo ilustró claramente Joseph Schlarman con el caso de la pérdida de Texas, sufrida por México en el siglo XIX:

Por el año de 1835, Nagadoches[6] era el sitio de reunión de los especuladores del suelo, de los abogados que buscaban clientela, de los aventureros y soldados de fortuna. Las autoridades de México, que carecían de buenos mapas, solamente se imaginaban vagamente la extensión del territorio nacional al norte del Río Grande.[7]

Asombrosamente, el nacimiento del río Orinoco, cuya presencia intuyó Cristóbal Colón en 1498 por el inmenso volumen de agua dulce que penetraba al Atlántico, tras cuatro siglos y medio de exploraciones e intentos por descubrir sus fuentes, a mediados del siglo XX aún no había sido determinado y gran parte de su curso superior era desconocido, excepto por las etnias aborígenes que lo habitaban desde tiempos inmemoriales.

De esta forma, explorar su cuenca alta, registrar sus principales rasgos fisiográficos y fijar las coordenadas precisas del lugar de donde parten sus primeras aguas, fueron los principales objetivos y logros de la expedición que encabezó Franz Rísquez Iribarren, con el invalorable apoyo -entre muchos otros actores- de Alberto Contramaestre Torres. De manera que nadie mejor capacitado, también por razones vitales, que el geógrafo, docente y militar tachirense, para revisar, transcurridas más de seis décadas, los principales hitos que jalonaron aquella empresa geográfica.

El trabajo de Contramaestre Torres que aquí se reseña, tuvo su origen en una petición del autor de estas líneas, la cual tenía por miras recabar un sencillo artículo para su publicación en la revista Aula y Ambiente (Centro de Estudios del Medio Físico Venezolano- Instituto Pedagógico de Caracas), con motivo de cumplirse -en noviembre de 2011- sesenta años de la expedición franco-venezolana al Alto Orinoco.

Diferentes circunstancias impidieron que el artículo pudiera estar listo para la fecha prevista, pero lo que se había concebido como un breve recuento de remembranzas y reflexiones por parte de uno de sus principales protagonistas, se convirtió, gracias al inagotable interés, tesón investigativa y pericia cartográfica de Contramaestre Torres, en un notable documento, el cual, con toda certeza, en un futuro constituirá una referencia fundamental sobre el desarrollo de la expedición, desde su partida del campamento base No. 1, en La Esmeralda, el seis de agosto de 1951, hasta el punto donde se instaló el hito geográfico que marca el nacimiento del Orinoco, más de 400 kilómetros aguas arriba. En sus notas de presentación, Contramaestre Torres sintetiza así los propósitos de su obra:

Este trabajo conmemorativo de los 61 años del descubrimiento de las fuentes del Orinoco, intenta presentar un pormenorizado relato del recorrido de la EFVAO desde (...) La Esmeralda hasta (...) el Campamento Franz Rísquez en el cerro Carlos Delgado Chalbaud. La idea fundamental, inspirada en propósito reivindicativo (...) y didáctico, busca ilustrar al lector acerca de eventos, gratos e ingratos, vividos por la EFVAO durante su discurrir por el río y el espacio explorado de su cuenca alta, así como de concretar la posición (...) aproximada de desembocaduras de afluentes, de islas, de raudales, saltos y campamentos; de las dificultades de navegación y la forma como fueron solventadas y algún conocimiento sobre los grupos humanos que se contactaron.

Quien esto escribe siguió paso a paso la evolución del trabajo de Contramaestre Torres y puede dar fe de que el laborioso trajinar de muchos meses -cálculos y transformaciones de escalas, mediciones de distancias, estudio de fotografías aéreas, relectura minuciosa de los cinco libros publicados hasta entonces [8] sobre la expedición, incluyendo el primero, de su autoría, así como de variados documentos, algunos inéditos, entre otros afanes- en cierta forma significó para el militar y geógrafo la singular experiencia de participar por segunda vez en aquella epopeya. Resulta altamente significativo el hecho de que Contramaestre Torres asignara a este trabajo el mismo título que llevara su libro publicado en 1954.

El resultado de tal esfuerzo es una obra de 125 páginas, reproducida hasta la fecha sólo en copias fotostáticas [9], integrada por valiosos mapas a diferentes escalas, entre los que destacan 15 cartogramas que cubren todo el curso del río desde La Esmeralda hasta las cabeceras. En estos documentos el autor incluye anotaciones sobre el desarrollo cronológico del itinerario completo de la expedición y referencias espaciales basadas en sus precisas mediciones, además de cuadros de distancias parciales a lo largo de todo el curso del río, con mayor grado de detalle en su tramo alto, así como un perfil topográfico de este último segmento, cuidadosamente acotado.

La última parte, llamada Colofón por el autor, puede dividirse en dos secciones. La primera, a manera de epílogo, presenta unas notas en las que se relatan las actividades realizadas en el cerro Delgado Chalbaud, con las que se dio por concluida oficialmente la expedición; el accidentado retorno de los expedicionarios hacia La Esmeralda y la vuelta a Caracas, así como el regreso al Alto Orinoco de algunos de sus miembros, en enero de 1952, para continuar trabajos de investigación iniciados o planificados durante el recorrido de ascenso hacia las fuentes, entre agosto y noviembre del año precedente.

La segunda sección de dicho Colofón ofrece una interesante y bien sustentada discusión sobre las noticias que circularon en la prensa nacional respecto a que las fuentes del gran río habrían sido ya descubiertas por el doctor Hilario Itriago, a principios de la década de 1940, en el transcurso de los trabajos que realizara como ingeniero de la Comisión Venezolana Demarcadora de las Fronteras con el Brasil.

La minuciosidad del trabajo de Contramaestre Torres, puede comprobarse con los resultados por él obtenidos respecto a la longitud del tramo del Orinoco comprendido entre La Esmeralda y el cerro Delgado Chalbaud. Por mediciones realizadas con curvímetro, el autor obtuvo un total de 440 kilómetros, mientras que cálculos realizados para el mismo trabajo por el ingeniero Edilberto Tobito, valiéndose del sistema digital Map Sources, arrojaron una longitud de 433 kilómetros. Oficialmente, la expedición franco venezolana al alto Orinoco había establecido dicha distancia en 449 km. La sección del trabajo de Contramaestre Torres en la que se discuten estos resultados, titulada "Rasgos geográficos del río Orinoco y de su cuenca", acopia y analiza una valiosa información que podría conformar un destacado capítulo, en cualquier obra moderna dedicada a la geografía física del territorio venezolano.

A este punto, hay que señalar que si bien la exploración y el levantamiento cartográfico son condiciones absolutamente necesarias para el conocimiento de cualquier espacio territorial, así como para el ejercicio de soberanía que sobre dicho espacio debe desplegar la nación a la que pertenece, tales condiciones no son, sin embargo, suficientes, sin la debida actualización y difusión de la documentación cartográfica en cuestión. Deficiencias de esta categoría afectan, lamentablemente, gran parte de la cuenca alta del río Orinoco, como lo señala Contramaestre Torres en este trabajo:

es necesario expresar que resulta inexplicable, por decir lo menos, el desconocimiento casi absoluto que se evidencia en la cartografía venezolana contemporánea de los topónimos que figuran en los quince cartogramas que se incluyen en este trabajo y que como se ha dicho, fueron insertos en el material cartográfico del libro sobre la EFVAO[10], publicado en 1954 (...) en consecuencia esos mapas adolecen de falta de referencias toponímicas, dando la impresión de que se trata de espacios desconocidos.

Tal situación, unida al hecho de que los cinco libros que sucesivamente se publicaron sobre la expedición a las fuentes del Orinoco, se encuentran agotados hace ya muchos años y se hallan para consulta sólo en contadas bibliotecas, realza en gran medida el valor de esta obra de Contramaestre Torres, como instrumento de primer orden para futuras investigaciones, a la vez que como extraordinario material educativo. Cuando estos altos propósitos puedan cumplirse, seguramente en Venezuela se habrán dado también las condiciones que permitan el reconocimiento que auspiciara el coronel Jesús María Pérez Morales, en palabras que dirigiera al mayor Rísquez Iribarren: "yo sé que hoy se le da poca importancia al descubrimiento de las cabeceras del Orinoco (...) pero ten la certeza y la fe de que el tiempo y la historia se encargarán de dar a tu obra y a tu nombre su justo valor" [11].

Ese reconocimiento incluirá entonces, con toda seguridad, el nombre de Alberto Contramaestre Torres, cuyo amor por Venezuela, por la enseñanza de su Geografía y por la defensa de su soberanía, a través de las disciplinas cartográficas, la gran pasión de su vida, venciendo las humanas limitaciones que Santiago Ramón y Cajal asociara al paso del tiempo, en la octava década de su laboriosa existencia volvió a las fuentes del Orinoco y, como testimonio de tal esfuerzo, entregó al acervo cultural venezolano un valioso trabajo que hasta la fecha permanece inédito.

Nota: con algunas diferencias, el presente escrito se incluyó como liminar en la referida obra de Alberto Contramaestre Torres, la cual fue reproducida, como ya se apuntó, por medios fotostáticos.

Alberto Contramaestre Torres



Fuentes 

[1] Contramaestre Torres, Ángel Alberto. (1954). La expedición franco-venezolana al alto Orinoco. Caracas: Dirección de Cartografía Nacional.

[2] Ramón y Cajal, Santiago. (1970). El mundo visto a los ochenta años. Madrid: Espasa-Calpe, S. A., octava edición, pp. 106-107.

[3] Rísquez Iribarren, Franz. (1962). Donde nace el Orinoco. Caracas: Ediciones Grecco, p. 345.

[4] J. M. Pérez Morales era el oficial Jefe de la II Sección del Estado Mayor General, para la época de la expedición franco-venezolana a las fuentes del Orinoco.

[5] Rísquez Iribarren, Franz, Ob. cit. p. 390.

[6] Actualmente el topónimo (Nacogdoches) designa un condado situado al este del estado de Texas, con una superficie de 2.541 kilómetros cuadrados.

[7] Schlarman, Joseph. (2002). México, tierra de volcanes. México DF: Porrúa. (p. 317).

[8] En 2012 la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales editó el libro de Julieta Salas de Carbonell intitulado El misterio de la s fuentes.

[9] Copias de este trabajo fueron entregadas a bibliotecas del IVIC y de la UCAB.

[10] EFVAO: acrónimo usado por Contramaestre Torres, a lo largo de todo su trabajo, para identificar la expedición franco-venezolana al alto Orinoco.

[11] Cita inserta en la obra de Rísquez Iribarren, arriba identificada, p. s/n.

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