Rómulo Betancourt: El heraldo de octubre

17.10.2021

Luis Fernando Castillo Herrera



30 de octubre de 1945, han pasado doce días desde el derrocamiento de Isaías Medina Angarita, militares y civiles habían pactado, y un nuevo gobierno se configuraba, eso sí, uno provisional que además prometía elecciones democráticas. No obstante, todavía hay mucho que hacer antes de concretar el clamor de los votos, es preciso explicar el por qué y para qué se desarrollaron los eventos que terminaron por deponer al último de los andinos que de una u otra manera se encontraba asociado al antiguo régimen gomecista.

El joven y enérgico político del partido Acción Democrática, Rómulo Betancourt sería el encargado de llevar el mensaje, una especie de heraldo de la revolución. Con un característico estilo explicará al país los impulsos y objetivos principales de la acción octubrista.

Todo movimiento político enmarcado en las características del siglo XX debía ganarse el apoyo de sus connacionales, pero también la opinión política internacional. De manera que, las relaciones exteriores poseían un peso determinante en el éxito o fracaso del naciente proyecto democrático. En este sentido, Rómulo Betancourt expone con fulgor como se han reanudado lazos con las naciones del "mundo", un mundo representado por los Estados triunfantes de la segunda guerra mundial y los países de América Latina.

Con legitimo alboroto venimos a anunciar a la Nación en nombre de la Junta revolucionaria y del Gabinete Ejecutivo, que han reanudado sus relaciones diplomáticas con el gobierno de los Estados Unidos de Venezuela los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia, Ecuador, Paraguay, Cuba, Bolivia, Guatemala, Panamá, México, Haití, Chile, Perú, Colombia, Argentina y Uruguay. (Betancourt, 1945)

La importancia que se otorga a las relaciones diplomáticas con cada una de estas naciones posee varias interpretaciones, en primer lugar, el apoyo por decirlo de alguna manera de la comunidad internacional, le aseguraba a la Junta Revolucionaria de Gobierno una significativa reducción de planes desestabilizadores en su contra orquestados desde el exterior, en segundo lugar, se despojaban del calificativo golpista o insurrectos, obteniendo una especie de legitimidad a través de la opinión de un sector importante de naciones, que por supuesto incluía a los Estados Unidos.

Sería iluso pensar que todo era sencillo, y que en medio del camino no saltarían detractores. Sí los hubo y Betancourt los deja en clara evidencia:

[...] el único incidente diplomático confrontado hasta ahora ha sido el de la brusca salida del país del representante del gobierno dominicano [...] Este proceder del personero de la dictadura del señor Trujillo nos ha impedido tener la satisfacción de romper públicamente las relaciones con un régimen en torno del cual debe América tener un riguroso cerco profiláctico. (Betancourt, 1945)

En tal sentido, sólo el tiránico mandato de Rafael Leónidas Trujillo manifestó oposición. Más adelante las acciones de Trujillo trascenderán el simple retiro de su cuerpo diplomático ubicado en Venezuela. Eleazar López Contreras, en planes conspirativos recibirá del mandatario dominicano apoyo para intentar derrocar a los recién instalados en el Palacio de Miraflores, sin embargo los deseos del ex presidente pronto se diluyeron.

Salvado el tema de las relaciones internacionales, punto vital para quienes intentan reconstruir una nación, el discurso pasa a la exposición y explicación de los objetivos que motorizaran la revolución. En este punto, Betancourt advierte la "calma" social imperante en la República a pesar de la convulsión inevitable de un movimiento tan difícil como lo significa un golpe de estado. Así describe la situación del país:

Nadie que arribara hoy a Venezuela podría imaginar que en este país, donde todas las actividades económicas, comerciales y administrativas se están desenvolviendo con sincrónico ritmo, se realizó hace apenas doce días una revolución política y social llamada a enderezar el torcido rumbo que veníamos trajinado desde los mismos días iniciales de nuestra era republicana. (Betancourt, 1945)

Dos elementos se desprenden de lo citado arriba, en primera instancia es preciso para los intereses de la Junta Revolucionaria de Gobierno enfatizar una situación de total tranquilidad. En este sentido, existe una carga mesiánica por parte de Betancourt al expresar que la revolución octubrista enderezararía una ondulante historia política republicana de más de cien años.

En segundo lugar, ¿quiénes serán los encargados de enderezar ciento quince años de políticas desacertadas?, sería esta una interrogante entre aquellos que escuchan la declamación del dirigente de Acción Democrática (AD). Los hombres llamados a la restauración de la nación, son descritos como honestos, comprometidos con el momento histórico que protagonizan y desligados de las viejas intenciones carroñeras de los caudillos decimonónicos:

No eran demagogos improvisados, sino hombres con una filiación, con una fe y con un abrumador lote de compromisos con la democracia venezolana y americana, gozosamente aceptados, quienes habían asumido la responsabilidad de estructurar un orden de cosas serio, honesto, responsables, sobre los escombros de un régimen repudiado por la conciencia de todos los venezolanos libres. (Betancourt, 1945)

Más allá de los elogios endulzantes expuestos por Rómulo Betancourt hacia el grupo principal que depone a Medina Angarita de su cargo, es preciso enfocarnos en la última oración cuando se refiere al gobierno depuesto como "régimen repudiado por la conciencia de todos los venezolanos libres". ¿Hasta qué punto fue el mandato de Medina repudiado por todos los venezolanos?, teniendo en cuenta que aquel representaba el lapso de mayor apertura en los últimos treinta años.

En este sentido, quienes se alzan necesitan mostrar al gobierno sustituido como un régimen político impropio, autocrático y nefasto en todas sus facetas. Sin embargo, partiendo de las anotaciones de Yoris-Villasana (2004), el mandato de Isaías Medina Angarita no posee las características de un régimen autocrático:

El gobierno de Isaías Medina Angarita presenta otra faceta de mayor avance que el de López; la evidente apertura al debate político y la aceptación de la libre oposición, representada en aquel momento específicamente por Acción Democrática y algunos de los sindicatos allegados a AD. La libertad de expresión reinante en ese momento, el respeto por las diferentes ideologías [...] nos permiten desprender que Medina Angarita no representaba un gobierno autocrático. (p. 99)

Por otro lado, se abre el debate en torno a la legitimidad del golpe y qué lo termina definiendo como una revolución, en este punto, Betancourt (1945) explica que "El respaldo fervoroso dado por el pueblo a la revolución la legítima". Para el líder de AD, la velocidad con la cual cae el gobierno medinista, demuestra la falta de apoyo por parte de las instituciones y el pueblo. Sin embargo, a pesar de exponer el movimiento como una avalancha popular, este no fue más que una asonada militar clásica. Así lo expone Caballero (2008):

Un estudioso norteamericano, Chalmers Johnson, al estudiar la diferencia entre "golpe" y "revolución" en nuestra historia, dice que lo primero designa un movimiento que se agota en el ámbito de una administración, mientras que se habla de "revolución" cuando ese movimiento envuelve la sociedad entera. (p. 147)

De seguida el mismo autor concluye:

Si nos atenemos a eso, podemos decir que el 18 de octubre de 1945 no fue una revolución sino un pronunciamiento militar clásico y, como tal, el papel de Betancourt fue relativamente secundario. (Caballero, 2008, 147)

Pese a estas conclusiones, el talón de Aquiles del presidente Medina, estriba en la negativa de las elecciones directas, transformándose aquella petición en uno de los motivos de mayor peso expuestos por los miembros del golpe del 18 de octubre. Rómulo Betancourt lo expresa en varios pasajes de su discurso, donde deja en evidencia las negativas establecidas por Medina en cuanto al tema electoral:

El país sabe cuántas fueron las proposiciones conciliatorias que se formularon al Gobierno de Medina Angarita, depuesto por Ejército y pueblo unidos el 18 de octubre, para que se realizara una consulta electoral idónea a la ciudadanía. El régimen, imbuido de orgullo demoniaco y resuelto a mantener a todo trance una situación que les permitiera a sus más destacados personeros enriquecerse ilícitamente y traficar con el patrimonio colectivo, desoyó ese llamado de la opinión democrática. (Betancourt, 1945)

Hilando fino en las palabras de Betancourt, es posible hallar exactitud y sinceridad en sus palabras cuando explica las reacciones negativas de Medina hacia el tema electoral, donde se proponía incluso una candidatura de unidad, la cual fue desestimada por Medina. En tal sentido, y como lo expresa Pino Iturrieta (2006), el gobierno buscó una solución en solitario:

Los notables pretenden limitar la selección del delfín al interior de su capilla, buscando exclusivamente entre los personajes de la alta burocracia el nombre del continuador del medinismo. Subestiman, pues, una propuesta bien vista por las mayorías, sin darse cuenta de que la estrecha determinación desanda el camino de la apertura. Subestiman también el parecer de las nuevas generaciones castrenses, cuyos representantes de mayor rango no han ocupado posiciones de responsabilidad... (p. 86)

Aquella salida unipersonal mostraba rasgos soberbios del gobierno medinista, quedando en evidencia y permitiendo el germinado de quejas por parte de la oposición civil comandada por Acción Democrática y el sector militar.

Hasta ese punto, el discurso fue apuntado a la explicación y contexto que obligó como última instancia la asonada militar. De ahora en adelante, Rómulo Betancourt pasa a la exposición de objetivos neurálgicos del movimiento. En este sentido, el saneamiento administrativo y el castigo al peculado, se convierten en los arietes de la revolución. Desean los nuevos actores un cambio desde la raíz:

La finalidad básica de nuestro movimiento es la de liquidar, de una vez por todas, los vicios de administración, el peculado y el sistema de imposición personalista y autocrática, sin libre consulta de la voluntad popular, que fueron características de los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita. (Betancourt, 1945)

De aquella finalidad básica, emergerán dos acciones fundamentales, la primera vinculada al juicio iniciado a los miembros del gobierno derrocado, donde debían explicar el origen del crecimiento de sus fortunas en los últimos años. Acción que traerá como consecuencia la confiscación de bienes a los ex-presidentes López Contreras y Medina Angarita. Por otro lado, la Junta Revolucionaria de Gobierno, adelantaría la formulación del Decreto n° 113 para lograr la pulcritud administrativa, donde los miembros del nuevo gobierno deben realizar declaración jurada de sus bienes personales.

Retomando el cauce del discurso, encontramos uno de los elementos que sumó mayores dividendos a la credibilidad de quienes gestaron el movimiento, se trata de la inhabilitación de los miembros de la junta para las venideras elecciones. Es la primera vez en la historia venezolano, que miembros principales de un alzamiento que pretende el control de la nación, se inhabilitan, dejando el camino para otras figuras secundarias, "Dijimos los hombres de la Revolución que veníamos a servir a Venezuela con mente limpia y ánimo deslastrado del apetito personalista" (Betancourt, 1945)

Aquello no fue sólo palabras de un discurso acalorado para ganar la confianza del pueblo. Pues ya el 22 de octubre, días antes del discurso expresado por Betancourt, había sido emitido el Decreto nº 9 de la Junta Revolucionaria de Gobierno, que exponía en su artículo único lo siguiente:

Los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, creada la misma noche en que triunfó definitivamente la insurrección del Ejército y pueblo unidos, quedan inhabilitados para postular sus nombres como candidatos a la Presidencia de la República, y para ejercer este alto cargo cuando en fecha próxima elija el pueblo venezolano su Primer Magistrado.

No sólo se inhabilitan por decreto y lo ratifica Betancourt en su discurso, también es cuidadoso al momento de realizar algunas promesas. La Junta Revolucionaria de Gobierno, pasa a constituir un gobierno de transición hasta la ejecución de las elecciones, en este sentido, no basaran su corta gestión en la parafernalia arquitectónica, enfocando su labor exclusivamente en la reconstrucción administrativa. No prometen ninguna inauguración de obras suntuosas, como podría suponerse.

No edificaremos ostentosos rascacielos, pero los hombres, las mujeres y los niños venezolanos comerán más, se vestirán más barato, pagaran menos alquiler, tendrán mejores servicios públicos, contaran con más escuelas y con más comedores escolares. (Betancourt, 1945)

Partiendo de las difíciles condiciones sociales que prevalecían en Venezuela, las obras arquitectónicas lucían como tareas más sencillas que la trasformación social. Por su parte, aquellas promesas ya pasaban a conformar el rosario obligatorio de los políticos de la nueva era. Sin duda, la segunda parte del Discurso de Rómulo Betancourt, se convertía en las ofertas no de la Junta Revolucionaria de Gobierno, sino de las acciones que tomaría una hipotética presidencia de Acción Democrática.

En esa misma dirección de promesas pre-electorales, Betancourt como pocos en los últimos años habla aunque someramente de la educación y la necesidad de maestros con sueldos dignos y acordes a su titánica labor, al igual que el gremio militar olvidado en el gobierno medinista y coparticipe de las acciones del 18 de octubre:

Los maestros de escuelas y los miembros de nuestras Instituciones Armadas, serán de los primeros en disfrutar de este necesario reajuste del ordenamiento de gastos de la Nación, que también comporta disminución de sueldos de Ministros y otros altos personeros de la jerarquía administrativa. (Betancourt, 1945)

Las esperanza para los maestros no fue palabra diluida por el viento, haciendo eco del lema "más y mejores maestros" el gobierno provisional encarnado en la Junta Revolucionaria de Gobierno, realizó una serie de aumentos salariales a los maestros, tal y como lo reseña Luque (2010):

Los sueldos de los educadores aumentaron desde el 24 de noviembre de 1945. Los maestros que devengaban sueldos de doscientos treinta (230) Bs. Doscientos ochenta (280) y trescientos cuarenta (340), devengarían sueldos de Bs., trescientos (300), trescientos cincuenta (350) y cuatrocientos (400), respectivamente [...] Si comparamos los sueldos de los maestros para la fecha anterior al 18 de Octubre (Bs. 230 y 340, en sus valores extremos) la escala de sueldos del año cuarenta y seis representó un aumento del ciento quince y sesenta y uno punto ocho por ciento (115% y 61,8%) respectivamente. (p. 80)

Por su parte, la reivindicación de los militares, no pasa exclusivamente por un mero premio tras la actuación en el golpe, el gremio militar permanecía en una ignominia extraña teniendo en cuenta que Medina formaba parte de aquella familia de armas. En cuanto a esa condición mísera del militar en tiempos de Medina Angarita, Caballero (2003) comenta: "En cuanto a su situación social, era por lo general bastante precaria. Un subteniente ganaba menos que un chofer de autobús". (p. 106)

En el ocaso del discurso, Betancourt ratifica la libertad de expresión como emblema del nuevo tiempo que esperan gestar, así como respetar las concesiones otorgadas a inversionistas extranjeros de buena gestión en el país. Tocando ese tópico económico, hace mención a una ya histórica expresión del connotado académico Arturo Uslar Pietri, "Sembrar el petróleo fue la palabra de orden escrita, demagógicamente, en las banderas del régimen. Nosotros comenzaremos a sembrar el petróleo" (Betancourt, 1945). Contundente crítica a todo el aparataje gomecista y su estela lopecista y medinista, que además salpica al autor de Las Lanzas Coloradas.

La fórmula con la cual pretenden "sembrar el petróleo" se traduce en "...créditos baratos y a largo plazo haremos desaguar hacia la industria, la agricultura y la cría, una apreciable parte de esos millones de bolívares esterilizados" (Betancourt, 1945). En cierta medida estas palabras tendrán respaldo en las subsiguientes acciones desarrolladas por la Junta Revolucionaria de Gobierno:

La descentralización administrativa o funcional del Estado; la transformación de la educación; las medidas tomadas en procura de un mejor servicio de salud pública; las reformas agraria, la política militar, monetaria y bancaria, así como petrolera; el incremento de la inversión en diferentes obras públicas y proyectos sociales; la incentivación de la industria nacional; la ampliación de los derechos a los trabajadores (...) son varias de las trascendentales acciones adelantadas por el gobierno que dirige los destinos del país entre octubre de 1945 y febrero de 1948. (Altuve, 2012, p. 25)

Los sucesos acaecidos el 18 de octubre de 1945, representaron el quiebre definitivo de los últimos eslabones del gomecismo, el cual sin la presencia de su atemorizante gendarme, fue mutando en las representaciones políticas de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Aquel golpe de Estado, bautizado como revolución permitió el ascenso definitivo de una generación que desde 1928 rondaba los entramados campos de la política nacional.

Aquel 30 de octubre Rómulo Betancourt fue el encargado de dar a conocer los motivos y los objetivos de un grupo civil y militar que desde ese momento guiaría las riendas de la república. Discurso cargado de una mística simbólica que cubría a los proclamados revolucionarios como los heraldos del nuevo día, la apertura a lo que más tarde se recordará como el trienio adeco, seguido de la dictadura militar, dos momentos políticos que encuentran su génesis en el 18 de octubre de 1945.


Fuentes

Suárez Figueroa, N. (2006). La razón y propósito de la "Revolución de octubre", Explicados por Betancourt (30 de octubre de 1945) en "Rómulo Betancourt.Selección de escritos políticos 1929-1981". Caracas: Fundación Rómulo Betancourt.

Altuve, M. (2012). Reformas en la educación venezolana durante el siglo XX. Caracas: Grupo Gráfico 5.

Caballero, M. (2003). La crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992). Caracas: Alfadil Ediciones.

Caballero, M. (2008). Contra la abolición de la historia. Caracas: Editorial Alfa.

Luque, G. (2010). La educación venezolana en la primera mitad del siglo XX 1899-1950. Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana.

Pino Iturrieta, E. (2006). Venezuela metida en cintura, 1900-1945. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.

Yoris-Villasana, C. (2004). 18 de octubre de 1945. Legitimidad y ruptura del hilo constitucional. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.

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